
El origen de la inmensa mayoría de los alimentos que llegan a nuestras mesas se encuentra en el sector primario, la base de toda la cadena alimentaria. Es en la agricultura, la ganadería y la pesca donde se obtienen las materias primas esenciales, un proceso que conecta directamente al ser humano con la tierra y sus ciclos. Este sector no solo nos nutre, sino que también es un pilar fundamental para la economía y la identidad de muchas regiones, especialmente en el ámbito rural. En diversas localidades, el “buen hacer” transmitido de generación en generación transforma estos productos básicos en artículos de muy alto valor añadido, diferenciándolos en el mercado y vinculándolos intrínsecamente al territorio, donde tenemos numerosos ejemplos. En la comarca del Jiloca, la patata de Bello es apreciada por su calidad y sabor, cultivada en unas condiciones geográficas y climáticas específicas que la hacen única. De manera similar, el azafrán de Monreal del Campo o Blancas son claros ejemplos de productos gourmet. La laboriosa recolección manual de esta “especia roja” y su pureza elevan su valor, convirtiéndolo en un emblema de la tradición local y un motor económico.
No podemos olvidar otros productos que prestigian la zona, como la trufa negra o los vinos de Daroca. En estos casos, el valor no reside solo en la materia prima, sino también en el conocimiento ancestral sobre su cultivo, recolección, elaboración y conservación. Este “saber hacer” local garantiza una calidad superior que el consumidor está dispuesto a valorar, generando riqueza y prestigio para la localidad. El sector primario, lejos de ser un sector obsoleto, es estratégico y está lleno de oportunidades. Buscar y desarrollar nuevas vías de valor es crucial. Esto incluye la innovación en la comercialización (como la venta directa o e-commerce), la certificación de calidad (denominaciones de Origen), el desarrollo del agroturismo o la creación de productos transformados (conservas premium, cosmética natural, etc.). Al generar productos de alto valor que requieren mano de obra cualificada y respetuosa con el medio, se impulsa la economía local. Esta riqueza y el atractivo de un entorno de vida de calidad son esenciales para fijar y atraer a nuevos pobladores que, a su vez, llenarán nuestros pueblos de servicios, dinamismo y vida. El futuro del medio rural pasa por reconocer, invertir y potenciar el inmenso valor que ya reside en sus tierras y en la sabiduría de sus gentes.
