Martyna, procedente de Polonia, es una de las jóvenes participantes en el Campo de Trabajo Internacional de Villarroya del Campo, que tuvo lugar el pasado verano, y el cual ha sido para ella una experiencia “maravillosa”

Mi nombre es Martyna y soy de Polonia, vivo en Varsovia, que es la capital.
Durante el Campo de Trabajo Internacional en Villarroya, hicimos muchas actividades, no sólo trabajos, también talleres compartidos con gente del pueblo. Tuvimos, por ejemplo, un taller de astrología, cómics o de lavar la ropa a mano en el lavadero antiguo de Villarroya. Durante los trabajos que hicimos, la dinámica del grupo era muy buena, trabajábamos todos juntos, como un equipo. En general, hablé mucho con las personas del campo, más de lo que pensaba. Además, podía hablar también con la gente del pueblo. No creía que fuera a ser tan fácil socializar con los demás. Durante el tiempo libre podíamos jugar juntos y gracias a esto aprendí un poco sobre los juegos tradicionales españoles.
Lo más importante del campo era socializar con las personas del pueblo y ver cómo es la vida en Villarroya. Sin embargo, hicimos también varios trabajos. Desbrozar un camino para que la gente del pueblo pueda pasear era uno de ellos. Luego, unos días nos fuimos a Daroca para ayudar a cuidar y organizar juegos a los niños de una escuela. Además, hicimos unas figuras Celtas de cartón, como por ejemplo la Dama de Elche. Esas se podrán utilizar en unas fiestas o festivales del pueblo.
Era mi primer campo de trabajo, por esto no tenía ni idea de lo que iba a pasar. Al final, fue una experiencia maravillosa que seguramente voy a repetir. No solo me permite aprender a convivir en un lugar con muchas personas, también estoy aprendiendo que no siempre se pueden hacer las cosas como yo quiero. Además, en esas dos semanas mejoraron mis capacidades de habla con otros. El campo me ayudó a superar mi timidez y a abrirme más.
La vida en Villarroya ha sido muy tranquila. Para mí ha sido un descanso de las ciudades grandes, donde hay demasiada gente y ruido. Aquí todo es muy tranquilo. Es un pueblo muy pequeño, pero tiene su encanto.

Lo que más me gustó de estar en Villarroya fue seguramente la oportunidad de hablar con personas y jugar con los niños. Además, podía vivir unas experiencias que en Varsovia no se puede tener. La sensación de conocer el pueblo y la gente después de pocos días fue algo diferente. En Varsovia no conozco a la mitad de las personas que viven en mi bloque. También la naturaleza me sorprendió. Viviendo en una ciudad muy grande no suelo ver las estrellas, pero en Villarreal se ven genial. Casi cada día estaba en el parque por la noche y miraba las estrellas. La comida también es un aspecto importante, en el club social de Villarroya era fantástica. Todo estaba muy rico y cada día era diferente. Me encantó la fritada y la tortilla de patatas. Descubrí muchos postres fantásticos.
Mi recuerdo favorito son los primeros días, cuando descubrí todos los postres españoles que normalmente no hay en Polonia. Aparte de esto, me encantó la piscina abierta. En Polonia no hay muchas, porque la mitad del año hace frío. Además, en las que hay abiertas no se puede hacer picnic con la comida, como lo hicimos en la piscina de Daroca.
Recomiendo mucho esta aventura. De hecho, me gustaría volver el próximo año y hacer más trabajos. Voy a echar de menos este campo.